El sabor dulce, es el primer sabor que experimentamos al nacer a través de la leche materna, es el sabor que nos relaja y nos nutre y debe estar presente diariamente en cada uno de nuestros platos, pero no debemos confundir el sabor dulce con el azúcar y otras sustancias que prometen el mismo dulzor que ésta, sin el aporte excesivo de calorías.
La naturaleza nos ofrece ingredientes naturales como verduras, frutas, cereales integrales y legumbres que podemos transformar con diferentes estilos culinarios para potenciar su sabor, aportándonos esa sensación de saciedad y nutrición que el dulce nos hace sentir.
La industria alimentaria se ha encargado de borrar poco a poco la memoria del dulzor natural y para que nuestro paladar lo pueda reconocer necesitamos que se presente de forma intensa. Preparados infantiles, panes industriales, conservas, embutidos, sólo debemos leer atentamente las etiquetas para darnos cuenta, que resulta difícil optar por una dieta libre de azucares artificiales, si comemos alimentos manufacturados.
El azúcar refinado al ser consumido, pasa rápidamente al torrente sanguíneo, provocando un shock en el estómago y páncreas, es cierto que podemos sentir que nos trasmite mucha energía pero desafortunadamente es adictiva. Crea una condición ácida en nuestro organismo favoreciendo el desarrollo de una larga lista de enfermedades, como pérdida de masa ósea, obesidad, diabetes, hipoglucemia, presión arterial alta, cáncer, herpes, infecciones por hongos, pérdida de memoria, nerviosismo, timidez…
Para satisfacer la necesidad de dulce lo mejor es llevar una dieta equilibrada, basada en alimentos naturales e integrales que masticaremos minuciosamente para extraer al máximo su sabor, de esta manera los antojos de dulce irán desapareciendo.
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